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Participación del lanzamiento del libro "El país que viene: jóvenes en el exterior". |
De las cosas que vienen sin tener una
justificación clara de su llegada, pero que vienen con un objetivo claro:
cambiarnos por completo.
Ahora tengo el gozo de
contarles sobre mi "inesperada" participación en el lanzamiento del
libro "El país que viene: jóvenes en el exterior".
***
Eran las 2:30 pm y
yo aún no salía de mis clases normales, ansioso porque no me fuera a agarrar la
tarde ya que para ese día había sido invitado como espectador para el
lanzamiento de un libro.
Al llegar a casa me relajé un
tanto para luego comenzar a "alistarme" (pongo entre comillas porque
cualquiera se imaginaría todo un largo proceso para elegir la mejor ropa y el
mejor peinado, este no es el caso), buscar mi camisa de la suerte para eventos
en los que requiere formalidad, sin faltar: mi corbata favorita. El tiempo
transcurría y sentía sobre mí un peso enorme por ser puntual, quizá eso quería
decirme algo. Mientras buscaba todos mis "tiliches", presionaba
a mamá para que se decidiera rápido de entre acompañarme o no. Al final, se
decidió por ir conmigo.
Mi hermano quedó de pasar por
nosotros justo a las 3:15 de la tarde, demasiado temprano para evitar el
tráfico de la zona y llegar con todo el tiempo necesario; después de un largo
proceso para decirle a mamá cuál era su mejor “outfit" para la ocasión,
concordamos que combinar colores amarillos era la opción (ya que yo iba de
color crema). Después de un rato los dos estábamos más que listos para agarrar
"vuelo" y asistir al evento. Mientras, había algo en mí que me inquietaba,
era como una especie de nervios sin yo saber el motivo que los provocaba. Eran
las 3:45 y el que buscaba evitar el tráfico, mi hermano, se vio envuelto en él muchos
minutos antes de que llegara por mí. Yo no sabía si todas las llamadas que hice
a mi hermano hicieron que el carro volara o qué, pero al final llegó por
nosotros, tarde, pero lo hizo.
Mamá iba ansiosa ya que no es usual que
ella sea partícipe, de alguna forma, de eventos así. Hay momentos en los cuales
necesitamos hacer cosas con urgencias o suplir ciertas tareas con anticipación,
pero como que la vida te va poniendo pequeñísimos obstáculos, en muchos de los
casos es el tiempo, justo lo que me pasaba. Gracias a Dios es una buena manera
de justificar mi llegada tarde al evento.
Ya eran las 4:45 de la tarde
cuando nosotros apenas estábamos en camino, cerca de nuestro de destino de
llegada pero con un kilo de carros esperando pasar en frente. Las ansias del
"no quiero llegar tarde" se agudizaban cada vez más, ya que no quería
recibir en mí todas las miradas de los espectadores al verme pasar apresurado
porque había llegado tarde, es penoso. Después de todo el caos que se había
apoderado de nosotros, por fin habíamos llegado sanos y salvos al lugar en el
que se desarrollaría el evento. Si a mamá ya se le había olvidado correr, pues
ahí volvió a recordarse de cómo era, pues nos tocó que bajarnos una cuadra
antes para poder llegar a tiempo y correr lo que restaba del camino.
Yo ni siquiera estaba consciente
de que era necesario llevar un saco para derrochar formalidad ahí dentro, y por
supuesto, la "guapura" de la que carezco. Nos adentramos al local y
el evento aún no había comenzado, pero sí, todos los invitados ya estaban en su
respectivo lugar, sólo faltábamos mamá y yo en aquellas dos sillas de la sexta
fila.
El evento dio inicio con un
vídeo, para luego pasar a los respectivos discursos de cada uno de los
invitados principales. Desde mi silla lograba ver allá adelante a la ex
canciller de la república (2004), la Sra. María Eugenia Brizuela de Ávila,
seguida por la actual Viceministra para Salvadoreños en el Exterior, la Sra.
Liduvina Magarín. A su lado el actual Vicepresidente de la república el Sr.
Óscar Ortíz, a quién le seguía el actual presidente de la Asamblea Legislativa el
Sr. Guillermo Gallegos junto con la Diputada Margarita de Escobar, y, para
finalizar, el editor del libro Diego Echegoyén. Todos ellos sonreían a alguien
del público, no sé a quiénes pero lo hacían, mientras, yo los miraba con
inquietud y asombro ya que era primera vez que los veía en persona.
El evento siguió con
normalidad, cada uno dando su respectivo discurso (cabe destacar que fueron
interesantes). El evento no tenía ningún fin político, ya que el único objetivo
es juntar diferentes visiones del país para llegar a un punto de acuerdos entre
sí.
Habían pasado todos menos el editor del libro, Diego, a
quién escuché con atención desde el principio sin sentir nada de nerviosismos.
Supongo que ya estaba planeado romper el protocolo de su participación para que
en un abrir y cerrar de ojos mencionara mi nombre y me hiciera pasar al frente
de todos. En el momento yo no sé si la presión se me subió o bajó o aprendí a
levitar y caminar por sobre el aire, pues los nervios se me
pusieron de punta ya que no estaba preparado de ninguna manera para hacer mi
participación (más que en vestuario, he de creer). Mi mamá en el momento me vio
con asombro y asustada por el hecho, pues ninguno de los dos sabíamos lo que iba
a suceder. Me paré y escuché a lo lejos las palabras de mamá con un tono entre
cortado: "no te vayas a equivocar" -Gracias mamá,
porque aunque esas palabras no eran las indicadas para el momento, en el fondo
tenían todo el apoyo del mundo. Caminé hacia el pódium y volteé a ver a unos
autores del libro que me miraban con asombro, y con una "sonrisita" que
no me animaba a nada más que a pensar que podía equivocarme estando yo arriba.
Sin embargo la sensación de haber levitado por todo el pasillo aún no se me va
de la mente y aún la percibo. Mientras tanto, Diego, seguía dándome la
bienvenida desde allá arriba, subí las gradas y recuerdo que vi con cara de
"Sra. Por favor máteme", a la Diputada Margarita de Escobar, quien me
contestó con una cara que me dio ánimos y que, hasta cierto punto calmó mis
nervios en menos de un uno por ciento, después, volteé a donde estaba la
Viceministra, quien entre los dientes me dijo "tú puedes" -A veces
estas dos palabras son necesarias para hacernos creer que
todo se puede y no tener miedo a enfrentar nuevos retos. A todo esto yo no
sabía que iba a tener una participación verbal en el evento, yo pensaba que
solo iba a pararme ahí y medio "sonreír" (entre comillas porque esa
ni era sonrisa, era más una cara de "ya, bájenme de aquí"). Cuando
Diego me cedió el micrófono, recuerdo que de entre la multitud buscaba a mamá y
a mi mentora, errando en el intento, lo único que logré ver eran un montón de
cámara en frente, suceso que no ayudó en nada para calmarme, al contrario, las ansias incrementaron. Por
suerte, Diego ya había impreso un documento que le había enviado días antes en
el cual le comentaba lo que yo pensaba sobre la edición pasada de libro, por lo
que yo solo releí una parte al público. Mientras, en mi cabeza sucedían un
montón de cosas: pensaba en las cámara a mi alrededor, en las personas importantes
que habían asistido, en mi inexperiencia en eventos de tal magnitud, en el qué
dirán de las personas del público, en resumen pensaba en todo. Mientras leía,
volteaba mi mirada a la multitud, -quienes me veían con cara de asombro y
asintiendo con la cabeza a todo lo que yo decía, no niego que por un momento me
sentí como si era mi primer discurso presidencial. Añadí palabras al discurso
sin leer, expuse mi pensamiento respecto a la temática que se abordaba ese día,
pues no quería solo leer y que eso fuera todo, quería ponerle mi toque. Por fin
terminó toda esa odisea de sensaciones encontradas en frente de todo el mundo y
finalicé mi discurso. Mientras todos aplaudían, yo aún seguía levitando por el
escenario, dirigiéndome a saludar a los que estaban al frente. Cada uno de ellos
me dio palabras alentadoras que me animaban a cortar mis nervios de una sola
vez.
Recuerdo que al bajar, mi
mentora me vio con cara de asombro y de preocupación, pues ella ya sabía todo
lo que iba a pasar gracias a que Diego le había comentado antes. Me dirigí
donde ella y me recibió con un fuerte abrazo y diciéndome que todo lo que me
proponga lo puedo lograr, asimismo, trataba de calmarme, ya que mi cuerpo aún
no terminaba de superar el hecho y seguía temblando inconscientemente. Después
me dirigí a mi asiento junto con mamá, quien ya me esperaba con unos ojos
llorosos y con ganas de soltar el llanto de alegría. Aún y con mis nervios de
punta, traté de calmarla.
Al finalizar el evento se me
acercaron varias personalidades influyentes, uno de ellos era un joven que
formaba parte de la embajada de China-Taiwán, seguido por el apretón de manos
final por parte del Vicepresidente, y el elogio de todos para con mi madre, y
así sucesivamente. El evento finalizó y nos dirigimos a casa junto con
mamá.
***
Con esta pequeña historia no quiero nada más contarla, sino, dejar una pequeña reflexión. En la escuela siempre nos han enseñado de que la vida está llena de retos y que hay que afrontarlos con valentía. Al final, todo reto es una experiencia vivida que te deja enseñanzas y te hace creer y darte cuenta de cuán capaz eres de hacer las cosas, a no rendirte ante cualquier adversidad y a seguir adelante pese a lo que pese. Yo expongo mi caso en un relato corto y que para muchos podría no tener relevancia, pero así como yo tuve que demostrarme a mi mismo cuán capaz era, así hay jóvenes que se lo demuestran a diario de muchas formas diferentes: estudiando para mejorar su futuro y la su familia, trabajando, o simplemente tratando de sobrevivir ante todos los problemas que nos asechan como jóvenes.
El libro "El País que
viene" es una iniciativa que busca recolectar los pensamientos e ideales
de los jóvenes salvadoreños, jóvenes que aspiran a trabajar por un mejor país.
Un libro que demuestra que no hay barreras políticas y diferencias ideológicas
cuando se tiene un solo fin: el deseo de ver un mejor país con todas las
condiciones necesarias para que nuestra población pueda desarrollarse
libremente y como de verdad lo merece.
Agradezco infinitamente a Diego
Echegoyén por haberme permitido pasar al frente y creer no solo en mí, sino
también en todos los jóvenes de El Salvador.