El vuelo salía a las doce de la media noche y mi corazón estaba
roto. Sentía mi mundo caer al verla partir, y saber, que si el tiempo era
generoso, me iba a dar otra oportunidad de verla, de sentirla, de sentirme en
ella; pero por ahora, verla partir me queda.
Ya eran dos años de aventuras
desenfrenadas con Marylin, la chica de mis insomnios. Junto con ella viví,
hasta ahora, la mejor parte de mi vida.
Al despertar aquella mañana
luego de un trabajo agotador, encendí mi teléfono y vi un mensaje de Marylin,
quería que nos viéramos y compartiéramos un poco de nosotros. Me sorprendió la
idea, pues ella no era tan espontánea como en ese mensaje. Le dije que nos viéramos lo más pronto posible y que no podía esperar, en ese momento, la duda
empezó a formar parte de mí cada segundo, sentía que algo no andaba del todo
bien.
La vi, estaba sentada en
aquella banca de nuestro café favorito, aquellos ojos tan relucientes, aquella
mirada, que desde el principio me cautivó, e inconscientemente dibujaba
sonrisas inesperadas en mi rostro. "Eres un irresponsable, distraído e
indisciplinado, he estado esperando aquí por más de media hora, y al verme,
casi te arrolla un autobús, amor" -dijo al momento que nos dábamos nuestro
beso de bienvenida. Como si fuera la primera vez que la veía, aquellas, que los
enamorados (porque yo no estoy enamorado de Marylin, yo estoy loco por ella)
llaman "mariposas", revoloteaban como locas en mi interior.
Entablamos una conversación de esas que ya nos hacían falta, de nosotros, del
mundo, absolutamente de todo, pero en el transcurso sentía a Marilyn un tanto
incómoda, distraída, reflexiba y eso me intrigaba. Tuve el valor de preguntarle cuál era el
motivo exacto por el que estábamos aquí.
Marylin, como cualquier otra
chica que ama a su padre, siempre deseó estar con él en los Estados Unidos.
Después de siete años de no ver a alguien, uno empieza a extrañar
demasiado, y más, si se trata de un ser querido. Habían pasado todo este tiempo solas, Marilyn
junto con su madre y su hermana mayor.
Pasados no más que cinco
minutos después del tartamudeo y los intentos para cambiar la plática, por
parte de Marylin, al final, se armó de valor y me dijo: tengo que irme, tengo
que dejar todo aquí e ir con mi padre, junto con mi madre
y mi hermana. Sentí, en ese momento una extraña sensación, el
mundo se congeló y empezó a decaer, mi piel eriza, mis ojos a punto de derramar lágrimas, era un total caos emocional. No supe a cabalidad cómo afrontar
aquella situación, sentí que me quedaban segundos de vida porque mi vida era
ella y tenía que disfrutarla al máximo. Al final, añadió que su vuelo salía en
unas semanas.
Terminé por afrontar todo aquel
mar de emociones y le respondí que no podía dejarme sólo, que yo necesitaba de
ella porque la amaba; trató de hacerse la fuerte hasta que escuchó de mi boca aquellas palabras y rompió en llanto.
Siempre me dijeron que cuando
uno ama a alguien, se está destinado a estar junto a esa persona por el resto
de la vida, pero ese no era mi caso, mi vida se me estaba yendo de las manos.
Marylin siempre fue una chica
talentosa y a quien yo admiraba demasiado, amaba aquellas melodías que tocaba
con su instrumento favorito: el violín; y es que en conclusión yo amaba todo de
ella, desde sus pies hasta su última hebra de cabello.
A veces, la vida nos manda
personas o cosas que nos dan señales o experiencias; y es que un día después de
terminar mis quehaceres diarios, me dirigí a comprar un pedazo de pan, ya hacía hambre y se acercaba la hora del café. En la panadería estaba un viejo anciano, sentado en la
mesa de la esquina, sólo. Lo miré, y pensé en cuán lento pasa el tiempo para
algunos y cuán rápido para otros, mientras que para mí, el tiempo ya no
existía, era solo un invento para poder imaginarnos, en un horizonte utópico, un final a aquellos golpes emocionales que producen ciertas situaciones, yo en cambio, actuaba impávido a dichos momentos.
Aquel establecimiento estaba
lleno, y no tenía otra opción que sentarme donde aquel anciano. Le pregunté si
podía sentarme a comer con él y con una sonrisa tan real asintió con la
cabeza que sí. Por educación entablé una conversación con él respecto a la
vida, supongo que por su edad sabía demasiado, y así fue. De la nada, después
de unos largos minutos con él, me dijo "Tú eres muy jovencito, y se te
nota a flor de piel, dime ¿de qué padeces que te veo sufrir?" A veces,
suelo ser muy expresivo con mi rostro, y en ese momento mi cara tomó un gesto desapercibido
que del cual luego, me arrepentí. Tartamudeando le respondí que cómo sabía que no
estaba del todo bien, y me dijo "la edad nos da la alegría del sentir, del saber, y con ella presentimos si alguien sufre o vive alegremente
cada momento de su vida". Mi percepción hacia él cambió en ese momento y
lo tomé como un anciano sabio, que podría saber muchas cosas de la vida. Le expliqué de qué
adolecía, que no era nada físico ni metabólico, sino, era algo subjetivo,
sentimental. Me dijo además que el amor era una cosa tan bonita pero que a la
vez nos adolecía tanto que a veces, terminaba por auto arrebatarse él solo;
quedé atónito, sin saber qué decía o a qué se refería. Al final, y ya para irse
me dijo: "A veces tenemos que dejar marchar lo que amamos para poner a
prueba la pureza de nuestro amor. Hay amores que viven en el aire, amores que
nunca se conocieron y amores que solo se disfrutan por un momento" En mi
caso era lo último. El anciano se fue, yo no sé si él era feliz en la vida o
simplemente era un ser pasajero que se apareció en forma de consuelo para mi
vida en aquel momento.
No quise agrandar tanto mi
dolor por la partida de Marylin por lo que decidí aprovechar cada momento que
podía tener con ella antes de marcharse.
Yo no sé si el amor es de
ensueño o la persona que amas, cada noche se aparece en tus sueños. Ese era mi
caso, cada día al despertar y tratar de recordar mis sueños me daba cuenta que
en ellos estaba siempre estaba Marylin. Recuerdo aquel sueño del parque, en
donde los dos disfrutábamos silenciosamente del canto de los pájaros y sonido
de aquel río hermoso, que en él pasaba. ¿Por qué todo era tan hermoso en mis
sueños si era todo lo opuesto en mi maldita realidad? o... ¿será que esa es una
bonita ilusión o una eterna señal que me dice que me reencontraré con ella
algún día de mi vida?
Se llegó el día de verla partir
y subirse a aquel avión, aquel momento, aquella despedida no fue más que un mar
de sentimientos encontrados, lágrimas de un "no me dejes" o de un
"te espero ver pronto".
Por el momento y para que ella
no me olvidase le recree un cuento con la historia de nosotros dos, con
pequeños momentos inventados que pudiéramos estar viviendo si aún estuviéramos
juntos, a veces, era como si la vida me premiara y cada uno de esas escenas, a
Marylin, se le volvían realidad... pero sin mí.
Y es que en mi interior, aún
existe aquella pequeña llama encendida luego de casi un año después de su
partida. Aún existe aquella esperanza de volverla a ver, de volverla a
acariciar.
Y como dijo aquel viejo sabio,
afronté la realidad que me tocaba, dejé ir a la persona que más amo en esta
mundo, y dejé que la vida misma se encargara de volvernos a encontrar o no.
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