"De literatura nadie se ha vuelto loco, a menos que seas Don Quijote y quieras contagiar a un Sancho Panza."

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miércoles, 4 de enero de 2017

NANCY Y SU SUEÑO MILLONARIO, ¡AL CARAJO! - Historias desquiciadas

Senda sonrisa la que se traía la Nancy al enterarse que su papá se había ganado la lotería, y que ahora iba a ser millonaria, y la más "piqui" de su pueblo. Ansiosa abrió el balcón y luego la puerta de su casa, entró y dando saltos de alegría abrazó a Don Chente, su padre. Todos en la familia no se lo podían creer, pensaban en su cambio de vida, pensaban en todo, menos en lo que era necesario.

A la mañana siguiente, cuando Nancy iba a la escuela, todos la miraban con asombro, como si fuese un extraterrestre, la muchachita, como sabía lo que tenía, se sentía la diosa de la calle, no volteaba a ver a nadie ni mucho menos saludaba. "Salú cipota" - le dijo con senda envidia la niña Margo, la que vendía pupusas a la entrada de la escuela, y la muy condenada de la Nancy, ni la cara le dio. "¡Ay, ni que le durara mucho" -murmuró la niña Margo, apenada porque quedó con la dignidad debajo, enfrente de todo el gentío esperando las pupusas, después que la Nancy, ni la cara le dio. Empezaron los comentarios entre todas las mujeres y hasta los mismos hombres que esperaban por las pupusas.

En la escuela, la que ni quería hablarle a sus compañeros, la que se sentía diva sin caballo. "Vicha más bruta, ni debería de alucinar" - dijo - riéndose su maestra. Al final del día, la pobre Nancy no recibió más que murmuraciones y críticas de la gente del pueblo.

Después de varios días el dinero nunca corría por la casa, la Nancy desesperada por sentir las suaves pieles de los abrigos que siempre había querido, que los vendían allá, en la tienda más cara de Chalatenango. "¡Oiga papa, y yo que nunca veo que esta casa se convierta en mansión! gritó la Nancy a Don Chente que estaba afuera, en el patio, "¡Callate vos, que nada tenés que estar diciendo!" con el mismo tono de voz, le contestó su padre. La Nancy, afanada creando estrategias para darle la lista de todo lo que quería a su padre. En el fondo no era pasmada, algo bien le iba en la escuela, ya hasta las cuentas de cuánto iba a gastar había echo.


Don Chente, preocupado porque siempre lo tenían con mentiras los que le tenían que dar el dinero. Iba todos los días al centro del pueblo a preguntar que si qué pasaba, sin tener respuesta alguna. "Más que esta cosa ya se regó por todo el pueblo, que pena que todo sea una farsa" - susurró al ir en el bus, directito a su casa. Y como era de esperarse en los buses van de todo: las chambrosas, a los que les hiede el sobaco, y los que se van durmiendo. Para suerte de Don Chente, a la par de él iba la más chambrosa, ¡qué señora, por Dios! No eran ni las cinco de la tarde cuando en el pueblo ya se había regado la bola de que a Don Chente se lo habían bajado con el pisto.

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