Hoy,
me detuve a ver a mi alrededor y darme cuenta cuánto las cosas han cambiado con
el pasar del tiempo. La Navidad se acerca y no es igual, no porque un ser
querido se fue o ya no está, sino porque simplemente nosotros aún presentes,
hemos cambiado.
Aquella
época que de pequeños solíamos esperar para reventar cohetes, estrellitas y
fulminantes. La ansiosa cena para reunirte con tu familia a comer aquellos
panes con pollo, que en el trascurso de la tarde la abuela preparaba con
mucho entusiasmo. Las esperadas seis para irte a bañar y luego trabarte aquel
estreno que tanto nos llenaba de alegría. Aquellas salidas a la calle con tus
amigos a aventar los cohetes y hasta a quemarte si era posible.
Ahora,
todo ha cambiado. Un día anhelé ser mayor y ahora me arrepiento. Aquella magia
que me acogía para estas fechas se fue sin querer volver (por más esfuerzo que
yo haga).
Pensaba
que con crecer todo lo iba a tener en mis manos, y veo que no es así, y que por
el contrario todo se vuelve difícil; ya no pienso como niño, sino como una
persona que se está echando responsabilidades de adultos.
Hoy
que se acerca navidad veo los centros comerciales abarrotados de personas
deseosas de comprar, desde ya, los preparativos para la gallina, el chumpe, los
panes con pollo y todo lo que fuesen a hacer. Veo los ojos deseosos del niño al
ver aquel zapato que tira lucitas en la oscuridad. Pero más aún que eso, veo en
el fondo la soledad que nos empieza a carcomer.
El
niño indigente que vagabundea en la calle, aquel que no espera con ansias esta
fecha ni otra similar... aquel niño que solo anhela deseoso un abrazo de su
madre que lo abandonó. El hombre indigente que se rebusca a diario para buscar
qué comer en las noches, cuando ya todos hemos tirados los desperdicios que sin
pensar, aventamos a la basura. Una navidad de pobres. Una navidad sin
sentimientos veo venir: asechada de inmundicia, desamor y desigualdad.
Ahora
anhelo que todo cambie, que nos llenemos de amor en nuestro interior, que todo
lo que
desperdiciamos
en el teléfono diciendo aquellos "te quiero" falsos, los ocupemos
para ir a buscar al tío perdido, aquel que se fue enojado con tu abuela y ahora
esta desamparado; al primo que anda en las drogas; al amigo aquel que ahora
está en las pandillas y decirles cuanto desearías que se reintegraran para
llevar una vida normal. Tal vez, para ellos un "te quiero" no les
solucione nada, pero con solo ver tu presencia ahí, sabrán que tienen a alguien
en quien apoyarse.
Cambiemos
esta navidad que viene y todas las que aún esperan, olvidémonos de aquellos 24
en los que solo nos enfocábamos en ver qué íbamos a comer y dejar de lado la
hora de elevar una oración por aquel que no tiene. Cambiemos la navidad y
cambiemos nosotros.
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