Fue en septiembre de 1989, cuando regresó de Venecia a El
Salvador, sediento de volver a recordarse de las cosas antiguas que en su país
natal él había dejado. Tomó el vuelo que menos escalas hiciera para estar lo
más pronto posible.
En el aeropuerto lo despedía
Carolina, la chica de las mil historias, y que, con el paso del tiempo se había
convertido en la mejor amiga de Esteban. Compartían la misma fecha de
cumpleaños, y sin menos pensar, lo celebraron juntos durante los siete años de
estadía de Esteban en Venecia. Carolina, muerta en lágrimas de felicidad y a la
vez tristeza de ver partir a su mejor amigo, decidió ir por un café, y tratar
de divagar su mente en recuerdos que no fueran de ella y su mejor amigo.
Mientras, Esteban esperó en el salón donde todas las almas dolidas se disponían
a volar, pensando en el desenlace de su historia con Carolina, y su más gratos
recuerdos que quedaban a la deriva en aquel desván de su humilde apartamento.
Aprovechó que Carolina se fue por un café para hacerle una carta, su carta de
despedida, donde sus más sinceros y reales sentimientos quedaban plasmados en
letras con una pisca de lágrimas por el terrible caos emocional que se generaba
en ese momento. Al final del pasillo, miró tiernamente la silueta de Carolina.
Esteban, preparó su carta, y, con un corazón hechos de dos pétalos pegados con
cinta, culminó el repertorio de letras, y se la dio "No la abras, hasta la
media noche de éste día", impactada por el hermoso detalle de Esteban, en
el rostro de Carolina rodaron unas lágrimas y agradecida, lo abrazó.
Al final de la sala, por las bocinas
se oyó la última llamada para que Esteban tomara el vuelo. Desesperado porque
en su interior habitaba un sin fin de emociones, de recuerdos, el no querer
dejar a Carolina sola. Sin embargo, la decisión que él ya había tomado de irse
de Venecia, nadie la podía refutar.
Y para culminar el momento, se
dieron un abrazo, un abrazo más fuerte que el lazo que los unía. Rodaron unas
que otras lágrimas, pero en ese momento predomino más el sentimiento de alegría
al saber que los dos tomarían caminos diferentes.
Con dos horas de vuelo, y la
desesperación por estar de nuevo en casa, Esteban vio su cartera, y en ella
estaba una carta que Carolina había metido. Una sonrisa interminablemente
grande, de esas que solo en el éxtasis de los buenos momentos inundan los
rostros de las personas; una de ellas acobijaba el rostro de Esteban cada que
desdoblaba el papel. La carta relataba, con pocas palabras, pero llena de
sentimientos, todos los buenos momentos que entre los dos habían pasado:
locuras, tentaciones, amoríos perdidos, desilusiones, tristezas.
Ya habían sumado 4 hora de
vuelo, y un sonido raro se dispersaba dentro del avión. Esteban, alarmado,
preguntó a su compañero de asiento qué pasaba, alarmada mente, el hombre
contestó "El avión está cayendo muy precipitadamente, el piloto dijo que
se teme hacer un aterrizaje de emergencia". Esteban trató de guardar la
calma, pero el caos de los demás pasajeros se lo impedían, el llanto de los
niños, los gritos de los ancianos, algo andaba mal: el avión perdió altura muy
desenfrenadamente, y lo único que se esperaba era que se estrellara. Todos
alarmados, algunos se mantenían en sus asientos, como Esteban, con la esperanza
de que nada malo sucediera, y con la convicción de que no podían hacer nada por
remediar el accidente; mientras otros, armaban más el caos con su
desesperación, y sus ganas de salir huyendo del avión y no morir.
Habían pasado ya diez minutos
del descenso, y la única esperanza de Esteban era no morir, como la de los
demás pasajeros.
El accidente del avión, se
viralizó como cuando el agua sale de su sauce, como si el suceso del siglo
hubiese pasado. Bomberos, cuerpos de socorro, se dirigían a disque salvaguardar
a los pasajeros, pero lastimosamente, ya era muy tarde, las autoridades con el
pasar de los segundos, contaban más y más muertos a causa del accidente, y
entre ellos estaba Esteban.
Alarmado, y de un salto,
Esteban se paró de su cama, impactado por la magnitud de su sueño, temiendo a
que algo de eso hubiese sido real. Impaciente, tomó su celular, y llamó a la
casa de Carolina, queriendo saber si todo lo que había vivido era fantasía.
Carolina, con toda la paciencia del mundo y que era lo que más la caracterizaba
le dijo "Descuida, todo esto ha sido un sueño, no te preocupes".
Relajado, después de oír las palabras de Carolina, Esteban se dispuso a empezar
con su aseo matutino.
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